Tres escritores y una revista
«Saludo al gran Lugones, el vate bildugarri,/ aunque con el saludo se dañe mi estogarri», se burlaba Martín Fierro, la revista, en su primer número, apuntando con su pulla vasca a los vericuetos lingüísticos del entonces gran poeta nacional. No hay duda. Hoy, la urgencia de una chacota de ese orden encontraría mejor salida en la autopista de la Web, en un tuit, un blog o en el Parnaso satírico de una revista digital que en sus menos veloces hermanas de papel.
No hay por qué entregarse, sin embargo, a la nostalgia que por momentos asoma cuando se leen, como si fueran libros, las recientes reediciones facsimilares de Proa o Contorno, de Realidad, Los Libros o Literal. Por un lado, la variedad le da una dinámica impensada a lo que se escribe. Por otro, las publicaciones independientes todavía existen y no dejan de reconfigurarse: superadas (se supone) en actualidad por las áreas culturales de los diarios, desanimadas (se supone) por la fácil ecuación de bajo costo y distribución inmediata que propone el mundo digital, apuestan, se diría, a otra cosa: a la lentitud. En su periodicidad, pero sobre todo en su demanda tácita de ser leídas de principio a fin.
A ese grupo se acaba de sumar El Ansia. Por su formato de libro, sus más de 300 páginas y sus ilustraciones, mayormente fotográficas, parece seguir cierto modelo gráfico anglosajón (el de la británica Granta, el de la neoyorquina Grand Street). Por el abordaje de sus contenidos, quizá The Paris Review haya sido una inspiración. Por lo demás, la revista, dirigida por José María Brindisi, es perfectamente rioplatense. Su proyecto es dedicar cada número (uno al año) a tres escritores argentinos contemporáneos. El primero se centra en Marcelo Cohen, Hernán Ronsino y Alberto Laiseca, en ese orden. Dos autores superlativos y reconocidos (Laiseca y Cohen) y un autor de una generación más joven (Ronsino) que, con tres novelas y un libro de cuentos, ganó saltearse la absurda espera de siempre para ser considerado con seriedad. El Ansia no propone, sin embargo, dossiers que funcionen como introducción a esas obras. El camino que elige es menos esquemático. Figuran atentos acercamientos críticos, pero desprovistos de jerga innecesaria. Hay entrevistas informales (en el caso de Ronsino y Laiseca, se visitan lugares clave como Chivilcoy y Camilo Aldao), hay textos poco conocidos o inéditos de los retratados, y relatos ajenos, seleccionados por ellos mismos (Echenoz, Lydia Davis, Coetzee, Leroux, los argentinos Hernán Arias y Sebastián Pandolfelli).
En conversación con Ariel Dilon, hablando de Céline y de Borges, Cohen sugiere: «El que vive puede ser muchos y también el que escribe. Y en algún momento, alguno de esos que escriben pone, de todo lo que hay en ese ser múltiple, lo mejor». Quizá sea una buena cifra para definir la revista: sin consejos de taller, sin desdeñar lo biográfico pero sin sobreactuarlo, uno de los aspectos más notorios de El Ansia es el modo en que va circunvalando con delicadeza su objeto de interés. Trata a los escritores, más allá de la «muerte del autor», como lo que son: una obra, pero también pulso, ansias de escribir.
Tomado de https://www.lanacion.com.ar/cultura/tres-escritores-y-una-revista-nid1638319.